PUEBLA MÉXICO.“Sólo sentía mucho calor, mucho
ardor en todo mi cuerpo, sentía el sabor de la sangre en mi boca, lo que hice
fue tratar de comprimir con mis manos la sangre de la yugular derecha y la
herida del corazón. Sabía que podía morir por una hemorragia. Me defendí con
uñas y dientes, como pude, con toda mi fuerza, quería sobrevivir para mis
hijos, pero él además me mordía. No sé cómo se distrajo y fue como di ese
último grito.
“¡Soy médico, pidan una
ambulancia, llévenme al hospital donde trabajo”, dijo.
A los pocos minutos llegó la
ambulancia. Entró inmediatamente a cirugía, no sin antes darle a sus compañeros
médicos el nombre de su agresor. Todos conocían al médico Teodoro Salvador
Estrada Pérez.
Ahora era ella quien requería
de toda el experiencia de sus compañeros médicos. Los que la esperaban en
aquella cena se enteraron de lo ocurrido. Se dirigieron de inmediato al
hospital. Entraron al quirófano. Suturaban. Cocían. Intentaban detener cada
hemorragia producto de 37 puñaladas asestadas en todo el cuerpo.
El diagnóstico fue que tenía
99.9% de posibilidades de mortalidad. Casi nula esperanza de vida.
Angélica requirió tan solo para
salvar la vida la reparación inmediata de la yugular del lado derecho, y del
nervio facial de la mejilla de lado derecho, sutura en la lengua, también en la
mejilla interna.
Los mismos tuvieron que hacer
en ambos pabellones auriculares y en el labio inferior. Reparación de las
heridas del hígado y del páncreas, pero aún quedaba una herida muy grave: la
del corazón, por la que hubo que trasladarla a un hospital en Puebla.
Volvió a entrar a quirógrafo
está vez para la reparación del pericardio.
Permaneció semanas completas en
terapia intensiva. Mientras tanto, su hija mayor resolvía los trámites legales.
Se acercó a la senadora por
Tlaxcala, Lorena Cuéllar, hoy también secretaria de la Mesa Directiva de la
Cámara Alta, y obtuvo asesoría legal y un seguimiento puntual del caso, lo cual
permanece hasta el día de hoy.
Para la senadora Cuéllar
Cisneros “esto es indignante, él salió, está libre, la impunidad en Tlaxcala es
de terror. Indignante, a pesar de que la titular de la Procuraduría General de
Justicia del Estado es mujer… hubo testigos, hubo lesiones, la intención de ese
médico era matarla. El señor está en libertad condicional.
El día de los hechos, el médico
Estrada Pérez fue detenido y puesto a disposición por el delito de lesiones
calificadas, fue consignado a un juez de lo penal y permaneció un año seis
meses en el Centro de Readaptación Social (Cereso) de Tlaxcala. Salió el 22 de
febrero de 2016 con un fianza de 85 mil pesos.
La pena económica a Teodoro por
cada una de esas 37 puñaladas se traduce en haber desembolsado 2 mil 297 pesos
por cada ocasión en la que el arma entró en el cuerpo de Angélica con la
intensión de acabar con su vida.
Lorena Sandoval, abogada de la
víctima explica: “A lo largo de tres años de litigio han cambiado a seis ministerios
públicos y cada vez que esto ocurre hay que empezar de cero. En el último
peritaje se llegó al colmo de determinar que fue mi cliente quien se provocó
las heridas con el cuchillo por problemas emocionales, es increíble que se
sospeche que una doctora del IMSS pudiera tener un cuadro psicológico de este
tipo. Por supuesto que esto es irreal, pero aún queda mucho por hacer porque no
se ha dictado sentencia, estamos en la etapa de los medios probatorios, se
continúa el proceso penal. El señor está en libertad condicional, debe firmar
una vez a la semana, no puede salir del país, está sujeto a proceso”.
Angélica dice: “A veces no nos
damos cuenta de que estamos durmiendo con el enemigo. Pido justicia. Soy una
mujer sobreviviente y las leyes probablemente sólo van a cambiar cuando algún
juez o algún ministerio público esté al borde de la muerte como yo lo estuve. A
las víctimas nos tratan como a victimarias y yo digo: ‘así como él decía que
era hombre, que también lo sea para decir la verdad. Si algo me llega a pasar
lo culpo a él y a su familia. Mucha mujeres han muerto porque no tenían los
conocimientos médicos que tuve para saber qué hacer con mis heridas. Él me
hirió justamente donde sabía que me podía desangrar. Es obligación de las
mujeres sobrevivientes de violencia seguir luchando para que se haga justicia
por el intento de homicidio del que fui victima”.
Angélica lleva a todas partes
un tubo de gas lacrimógeno que no suelta en ningún momento. Lo porta inclusive
en la bata que usa como médico, aún teme por su vida y cada vez que recibe a
una paciente mujer expuesta a violencia extrema le muestra sus cicatrices, cada
una de ellas, para dejar constancia de que es una sobreviviente que recomienda
siempre denunciar al agresor.
“Pensé que esto solo ocurría en
niveles socioeconómicos bajos, en personas quizá sin educación, pero la
violencia hacia las mujeres está en todas partes. Hoy, aunque parezca una
paradoja, aún me siento culpable, avergonzada, la cicatriz en mi rostro es
visible... ¿Qué hice para merecer esto? ¿Quizá algo hice? No sé... creo que
no... no merecía esto... dice Angélica.
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