lunes, 28 de noviembre de 2016

¿QUE HICE PARA MERECER 37 PUNALADAS?


PUEBLA MÉXICO.“Sólo sentía mucho calor, mucho ardor en todo mi cuerpo, sentía el sabor de la sangre en mi boca, lo que hice fue tratar de comprimir con mis manos la sangre de la yugular derecha y la herida del corazón. Sabía que podía morir por una hemorragia. Me defendí con uñas y dientes, como pude, con toda mi fuerza, quería sobrevivir para mis hijos, pero él además me mordía. No sé cómo se distrajo y fue como di ese último grito.
“¡Soy médico, pidan una ambulancia, llévenme al hospital donde trabajo”, dijo.
A los pocos minutos llegó la ambulancia. Entró inmediatamente a cirugía, no sin antes darle a sus compañeros médicos el nombre de su agresor. Todos conocían al médico Teodoro Salvador Estrada Pérez.
Ahora era ella quien requería de toda el experiencia de sus compañeros médicos. Los que la esperaban en aquella cena se enteraron de lo ocurrido. Se dirigieron de inmediato al hospital. Entraron al quirófano. Suturaban. Cocían. Intentaban detener cada hemorragia producto de 37 puñaladas asestadas en todo el cuerpo.
El diagnóstico fue que tenía 99.9% de posibilidades de mortalidad. Casi nula esperanza de vida.
Angélica requirió tan solo para salvar la vida la reparación inmediata de la yugular del lado derecho, y del nervio facial de la mejilla de lado derecho, sutura en la lengua, también en la mejilla interna.
Los mismos tuvieron que hacer en ambos pabellones auriculares y en el labio inferior. Reparación de las heridas del hígado y del páncreas, pero aún quedaba una herida muy grave: la del corazón, por la que hubo que trasladarla a un hospital en Puebla.
Volvió a entrar a quirógrafo está vez para la reparación del pericardio.
Permaneció semanas completas en terapia intensiva. Mientras tanto, su hija mayor resolvía los trámites legales.
Se acercó a la senadora por Tlaxcala, Lorena Cuéllar, hoy también secretaria de la Mesa Directiva de la Cámara Alta, y obtuvo asesoría legal y un seguimiento puntual del caso, lo cual permanece hasta el día de hoy.
Para la senadora Cuéllar Cisneros “esto es indignante, él salió, está libre, la impunidad en Tlaxcala es de terror. Indignante, a pesar de que la titular de la Procuraduría General de Justicia del Estado es mujer… hubo testigos, hubo lesiones, la intención de ese médico era matarla. El señor está en libertad condicional.
El día de los hechos, el médico Estrada Pérez fue detenido y puesto a disposición por el delito de lesiones calificadas, fue consignado a un juez de lo penal y permaneció un año seis meses en el Centro de Readaptación Social (Cereso) de Tlaxcala. Salió el 22 de febrero de 2016 con un fianza de 85 mil pesos.
La pena económica a Teodoro por cada una de esas 37 puñaladas se traduce en haber desembolsado 2 mil 297 pesos por cada ocasión en la que el arma entró en el cuerpo de Angélica con la intensión de acabar con su vida.
Lorena Sandoval, abogada de la víctima explica: “A lo largo de tres años de litigio han cambiado a seis ministerios públicos y cada vez que esto ocurre hay que empezar de cero. En el último peritaje se llegó al colmo de determinar que fue mi cliente quien se provocó las heridas con el cuchillo por problemas emocionales, es increíble que se sospeche que una doctora del IMSS pudiera tener un cuadro psicológico de este tipo. Por supuesto que esto es irreal, pero aún queda mucho por hacer porque no se ha dictado sentencia, estamos en la etapa de los medios probatorios, se continúa el proceso penal. El señor está en libertad condicional, debe firmar una vez a la semana, no puede salir del país, está sujeto a proceso”.
Angélica dice: “A veces no nos damos cuenta de que estamos durmiendo con el enemigo. Pido justicia. Soy una mujer sobreviviente y las leyes probablemente sólo van a cambiar cuando algún juez o algún ministerio público esté al borde de la muerte como yo lo estuve. A las víctimas nos tratan como a victimarias y yo digo: ‘así como él decía que era hombre, que también lo sea para decir la verdad. Si algo me llega a pasar lo culpo a él y a su familia. Mucha mujeres han muerto porque no tenían los conocimientos médicos que tuve para saber qué hacer con mis heridas. Él me hirió justamente donde sabía que me podía desangrar. Es obligación de las mujeres sobrevivientes de violencia seguir luchando para que se haga justicia por el intento de homicidio del que fui victima”.
Angélica lleva a todas partes un tubo de gas lacrimógeno que no suelta en ningún momento. Lo porta inclusive en la bata que usa como médico, aún teme por su vida y cada vez que recibe a una paciente mujer expuesta a violencia extrema le muestra sus cicatrices, cada una de ellas, para dejar constancia de que es una sobreviviente que recomienda siempre denunciar al agresor.
“Pensé que esto solo ocurría en niveles socioeconómicos bajos, en personas quizá sin educación, pero la violencia hacia las mujeres está en todas partes. Hoy, aunque parezca una paradoja, aún me siento culpable, avergonzada, la cicatriz en mi rostro es visible... ¿Qué hice para merecer esto? ¿Quizá algo hice? No sé... creo que no... no merecía esto... dice Angélica.


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